21 de septiembre de 2016

El déficit de función ejecutiva o la importancia de Pachelbel




Cada nuevo curso es toda una aventura. Para nosotros, más allá del aprendizaje de los contenidos, la mayor batalla que se nos presenta es lidiar con las dificultades que mi hijo presenta en su función ejecutiva. En la práctica, este déficit se transforma en una incapacidad para gestionar la planificación de las clases, la organización de los documentos, apuntes y ejercicios que realiza en el aula y la dificultad para llevar al día su agenda y apuntar los deberes.

Durante los diferentes años de escolarización he probado diferentes métodos para ayudarlo a organizarse. Durante la educación primaria fuimos ganando algunas batallas, pero una vez llegamos al instituto de nada nos sirvieron todas nuestras armas, fue momento de crear nuevas estrategias.

En un principio, el primer y segundo curso, utilizamos una carpeta clasificadora porque creí que tener espacios para cada asignatura le proporcionaría un esquema visual de apoyo. Fue un fracaso, las páginas de las diferentes materias iban y venían de un apartado a otro como en los pasillos mágicos de Hogwarts y algunas hasta desaparecían. Al mismo tiempo alquilamos una taquilla para que dejara algunos libros pero tampoco funcionó y guardaba los libros que después necesitaba para los deberes, traía los que no necesitaba e incluso perdía algunos porque ya no recordaba si estaban en clase, en la taquilla o en casa.

El tercer curso creí haber encontrado la receta mágica y utilizamos una libreta para cada asignatura y fue nuestro segundo fracaso. Pensamos que las libretas evitarían que se perdiesen los apuntes pero nuestra sorpresa fue que desaparecían enteras, así que, como cada vez le quedaban menos, en un libreta podía haber apuntes intercalados de varias asignaturas. Además cada una de aquellas libretas pesaba tanto que levantar cada día la mochila era una pesadilla.

Este es el cuarto y último curso de la ESO, y una vez más hemos estado dando vueltas a varias ideas y finalmente hemos decidido simplificar al máximo. Visto con perspectiva, le ofrecíamos tantas posibilidades y tan variadas que únicamente sumamos caos a su rutina y le era imposible gestionarlas todas. Así que este curso hemos decidido, el y yo, tener una única libreta para todas las materias y crear un documento en Google Drive. Cada día toma apuntes y hace los ejercicios de cada asignatura y cuando llega a casa lo pasa todo al documento de la asignatura que corresponda y arranca las hojas de la libreta que ha utilizado. De este modo hemos rebajado el peso de la mochila, hemos asegurado que si pierde la libreta solo pierda los apuntes de un día y hemos simplificado sus opciones organizativas al máximo. Y la taquilla la hemos conservado pero más por su valor sentimental, sobretodo este último curso, que como herramienta de organización, solo la utiliza para que guarde algunas cosas de valor.

Lo peor del déficit de la función ejecutiva es que es una dificultad importante e invisible. Nadie la aprecia y no se valora el esfuerzo que realizan a diario niños como mi hijo por ceñirse a un sistema educativo rígido y poco inclusivo con ellos y con sus necesidades. Aún así los centros y sus profesionales se esfuerzan a diario por enseñar con emoción, por crear espacios acogedores para todos los alumnos y por valorar al alumno en su globalidad, no solo por sus notas sino por sus habilidades.


Un ejemplo es el profesor de música de mi hijo. Hoy les ha propuesto que compongan variaciones del canon de Pachelbel, pero de la partitura del cello, no del resto de la partitura. La verdad es que este instrumento tiene muy poca importancia en el conjunto del canon, pero creo que ahí está la gracia. La tarea no se centra en conocer las notas que debe tocar el alumno de forma mecánica, sino en saber transformar y enriquecer el papel del cello en esta melodía.

Aquí no importa la función ejecutiva ni su déficit, lo que realmente se valora es su capacidad creativa, la improvisación y la emoción de componer nuevos sonidos. Se valoran sus habilidades por encima de sus dificultades.

Ha sido una tarea que ha tenido a mi hijo casi dos horas sentado, concentrado, emocionado con los acordes que ha conseguido crear y finalmente orgulloso de su resultado. Eso es lo importante, entender las dificultades como oportunidades para avanzar, respetar la forma de cada alumno de estar en el mundo, valorar la diversidad y lo que nos aporta y acoger y acompañar a todos los alumnos. Porque la vida se mide en emociones no en funciones ni en déficits.





1 comentario:

  1. Me alegro de que existan profesores como este y de que lo hayáis encontrado.
    Mi hija sólo tiene 3 años pero ya se evidencian sus problemas en la función ejecutora.
    Un abrazo

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